Usos y acepciones del concepto libertad
Zeus arrebata la mitad de la virtud a un
hombre Cuando lo somete a la esclavitud
Homero (La Odisea, XVII, 322)
De los términos más frecuentes en la cotidianidad occidental, quizás sea libertad el más recurrente. Se utiliza en cada una de las instancias que comprometen al hombre. Libertad de prensa, de cátedra, de pensamiento, de elección, de pensamiento, libertad. En la ciencia, sin embargo, ésta aparece como un requisito fundador. ¿Como crear atado, limitado, ignorante?. Quienes se han comprometido en la búsqueda de una definición clara o precisa del concepto -y son ellos los más destacados pensadores y filósofos-, han apelado a la división entre libertad positiva y negativa, construyendo tratados maravillosos y discusiones interesantes que se encuentran, afortunadamente en cualquier biblioteca universitaria. La gente del común, sin embargo, recurre al término, generalmente, acompañándolo, de otras palabras, que adjetivan, que caracterizan, aunque en ocasiones lo proponen como ley: “el derecho a ser libres”, o más recientemente se ha utilizado el término para abogar por sistemas de compromiso bilateral o multilateral, tal es el caso de el Tratado de Libre Comercio.
Así vemos como la libertad perfuma, acaricia, organiza, se bebe, se lleva en la ropa, nos transporta, nos motiva, pero pocas veces, ¿cómo podría ser de otro modo? Nos guía. Los medios de comunicación han logrado construir en torno a la libertad un verdadero ejército de posibilidades en las que aparece la no restricción, la negación de la norma, como manifestación absoluta y cómoda del ejercicio de la libertad. De esta manera, cigarrillos, vehículos, golosinas, bebidas, camisas y hasta las toallas higiénicas nos sirven para el fin maravilloso de “ser libres”. Al margen de ésta materialización y mercantilización de tan noble idea, la política ha pretendido defender otra, la de que “hacer en derecho nos hace libres”, es decir, que la convivencia con restricciones voluntarias y consensuadas nos libera socialmente, con lo que se replantea el postulado que propone “la libertad como ausencia de restricción”.
No es extraño, entonces encontrar como titular de prensa noticias como: “Diez mil presos saldrán en libertad”; “Libertad para los presos políticos”; “Multitudinaria marcha de la sociedad civil por la libertad de los secuestrados”; estos, entre otros que cada vez se hacen más recurrentes, dan cuenta de otro tipo de libertad, aquella que determina que cada individuo logre desarrollar su propuesta de vida, algunas veces política, de la manera que su conciencia le indique, sin limitaciones externas o coacciones físicas. Esta es la idea que han defendido los caudillos y adalides de la independencia, de la civilidad. Se hacen guerras, revoluciones y marchas para lograr “ser en conciencia”, es la idea que movió a Bolívar, a Kant, a Hegel, a Mandela, la del lema del escudo nacional “Libertad y Orden”, la de las ocho menciones a la libertad del canto antioqueño, y, en otro sentido, a quienes plantean la necesidad de invadir un país y modificar su cultura, su percepción del mundo para implantar el imperio de la libertad, la democracia y el orden. La propuesta de los regímenes totalitarios y tiránicos no han hecho otra cosa que utilizar de manera instrumental la idea de libertad, restringiéndola en su propio beneficio; una lectura que nos sorprende, pero que no por eso deja de ser real.
Surge de este planteamiento la idea de que el lugar político en el que mejor germina la libertad es la democracia, el modelo en el que cada individuo se compromete consigo mismo y con la comunidad de su entorno a desarrollar sus posibilidades para garantizar que todos tengan la oportunidad de exponer sus ideas en debate abierto y respetuoso; debate que cobra interés en el marco de los Estados contemporáneos que buscan respuestas civilizadas a las acciones de grupos reaccionarios o terroristas. Una búsqueda que recuerda la Carta del Atlántico, firmada por Roosevelt y Churchill: “la declaración sobre las Cuatro Libertades” donde manifestaron los objetivos reales a combatir: Libertad de expresión, Libertad de culto, Libertad frente al miedo, Libertad frente a la necesidad[1]. Se rescata de esta idea que asume las preguntas fundantes de la discusión sobre la libertad ¿libertad para hacer qué? Y ¿libertad frente a qué?
Las preguntas anteriores, en el marco de la política, el derecho y el orden, nos enfrentan a la necesidad de aclarar la diferencia entre libertad y libertinaje, la primera nos compromete en este texto y no pretende ser saldada definitivamente aquí, no podría ser así; la segunda, en cambio, el libertinaje, se presenta como una acción que posee un valor moral, cuando los actos comprometen el dilema entre lo bueno y lo malo, cuando los deseos de la persona van en contra de la acción moral. Queda, entonces la necesidad de pensar la idea de libertad unida a la de necesidad, idea sobre la que Schelling, Schopenhauer, Hegel y Marx, no obstante las diferencias de sus sistemas elaboraron concurrentemente propuestas, cuya influencia, todavía hoy nos mueven a reflexión.
Ser libre, entonces, plantea una paradoja, en tanto que sólo se puede serlo en la medida que podamos elegir, y el objeto de elección siempre es limitado, por tanto la libertad que se alcanza está mediada por las posibilidades cognitivas del ser, evento que nos acerca al objeto que nos convoca hoy: “Ciencia y Libertad”. La Universidad de Medellín, a través de ésta cátedra ha pretendido rescatar y reivindicar la necesidad de acercarse al conocimiento de manera desprevenida –en libertad-, para construir propuestas nuevas e interpretaciones innovadoras mediante el uso irrestricto de los instrumentos propios de la academia, esto es: con libertad.
Surge, así la necesidad de plantearnos interrogantes que nos permitan develar lo que compromete el lema universitario. Tradicionalmente y en contravía de lo que la historia nos muestra, la universidad ha sido creadora y guardián del conocimiento –vehículo de libertad-; digo que en contravía pues no es secreto que la institución universitaria no escapa al control de tendencias ideológicas y de fe, que pretenden limitar su acción, su objetivo; aunque el último medio siglo presenta una forma organizativa que posibilita liberar de dogmatismos tanto a quienes enseñan como a quienes se inscriben como estudiantes en la búsqueda de soluciones más plurales a los problemas comunes de quienes son, sienten y piensan en propuestas alternativas, que algunas veces han resultado eficaces, a pesar de ir en contra de lo propuesto con autoridad.
Un columnista proponía hace poco –quizás pensando en el problema que nos interesa hoy-, que era necesario asumir con cuidado la máxima popular de que al hombre no hay que darle el pez, sino enseñarle a pescar. La sociedad de hoy, el modelo de desarrollo en el que nos movemos y la estructura académica vigente, nos convocan no sólo a enseñar a pescar, sino que exigen que hay que enseñar a diseñar la caña y, sobre todo, a inventar otras actividades en el caso de que se acabe el pescado o se seque el lago. En esta reflexión se evidencia la nueva tarea de la universidad: desde la implementación y defensa de la libertad permitir el desarrollo de posibilidades acordes con las exigencias sociales de hoy.
Llama la atención que la propuesta de la Universidad de Medellín sea Libertad y Ciencia; el conectivo “Y” se hace determinante; no es O, que excluye; o “Con”, que vincula condicionalmente; o “Para la”, que objetiva a la segunda en virtud de la primera, no es “desde”, que limita. Se trata de dos conceptos, dos condiciones que se hacen necesarios -cada vez más-, en un mundo globalizado que aboga por la autodeterminación y el respeto por la pluralidad, la productividad sin fronteras, y que funda su esperanza en instancias académicas productoras de conocimiento, ciencia, tecnología y reflexiones que permitan desde una postura ética, clara y humana buscar horizontes de convivencia que privilegien al hombre.
[1] Las dos primeras se refieren a clases de acción que deberían ser libres, sin restricción. Las otras dos, especifican restricciones que han de ser eliminadas o evitadas. Libertad frente al miedo afirma que este no debe impedir a las personas hacer aquello que elijan hacer, sea el miedo un gobierno con policía secreta, sea el miedo a la guerra y a la inseguridad. La libertad frente a la necesidad afirma que la necesidad, las estrecheces o la pobreza, -al desempleo, lo bajos salarios o la incapacidad laboral por vejez o enfermedad- no ha de impedir a las personas hacer aquello que elegirían hacer si pudieran.
Zeus arrebata la mitad de la virtud a un
hombre Cuando lo somete a la esclavitud
Homero (La Odisea, XVII, 322)
De los términos más frecuentes en la cotidianidad occidental, quizás sea libertad el más recurrente. Se utiliza en cada una de las instancias que comprometen al hombre. Libertad de prensa, de cátedra, de pensamiento, de elección, de pensamiento, libertad. En la ciencia, sin embargo, ésta aparece como un requisito fundador. ¿Como crear atado, limitado, ignorante?. Quienes se han comprometido en la búsqueda de una definición clara o precisa del concepto -y son ellos los más destacados pensadores y filósofos-, han apelado a la división entre libertad positiva y negativa, construyendo tratados maravillosos y discusiones interesantes que se encuentran, afortunadamente en cualquier biblioteca universitaria. La gente del común, sin embargo, recurre al término, generalmente, acompañándolo, de otras palabras, que adjetivan, que caracterizan, aunque en ocasiones lo proponen como ley: “el derecho a ser libres”, o más recientemente se ha utilizado el término para abogar por sistemas de compromiso bilateral o multilateral, tal es el caso de el Tratado de Libre Comercio.
Así vemos como la libertad perfuma, acaricia, organiza, se bebe, se lleva en la ropa, nos transporta, nos motiva, pero pocas veces, ¿cómo podría ser de otro modo? Nos guía. Los medios de comunicación han logrado construir en torno a la libertad un verdadero ejército de posibilidades en las que aparece la no restricción, la negación de la norma, como manifestación absoluta y cómoda del ejercicio de la libertad. De esta manera, cigarrillos, vehículos, golosinas, bebidas, camisas y hasta las toallas higiénicas nos sirven para el fin maravilloso de “ser libres”. Al margen de ésta materialización y mercantilización de tan noble idea, la política ha pretendido defender otra, la de que “hacer en derecho nos hace libres”, es decir, que la convivencia con restricciones voluntarias y consensuadas nos libera socialmente, con lo que se replantea el postulado que propone “la libertad como ausencia de restricción”.
No es extraño, entonces encontrar como titular de prensa noticias como: “Diez mil presos saldrán en libertad”; “Libertad para los presos políticos”; “Multitudinaria marcha de la sociedad civil por la libertad de los secuestrados”; estos, entre otros que cada vez se hacen más recurrentes, dan cuenta de otro tipo de libertad, aquella que determina que cada individuo logre desarrollar su propuesta de vida, algunas veces política, de la manera que su conciencia le indique, sin limitaciones externas o coacciones físicas. Esta es la idea que han defendido los caudillos y adalides de la independencia, de la civilidad. Se hacen guerras, revoluciones y marchas para lograr “ser en conciencia”, es la idea que movió a Bolívar, a Kant, a Hegel, a Mandela, la del lema del escudo nacional “Libertad y Orden”, la de las ocho menciones a la libertad del canto antioqueño, y, en otro sentido, a quienes plantean la necesidad de invadir un país y modificar su cultura, su percepción del mundo para implantar el imperio de la libertad, la democracia y el orden. La propuesta de los regímenes totalitarios y tiránicos no han hecho otra cosa que utilizar de manera instrumental la idea de libertad, restringiéndola en su propio beneficio; una lectura que nos sorprende, pero que no por eso deja de ser real.
Surge de este planteamiento la idea de que el lugar político en el que mejor germina la libertad es la democracia, el modelo en el que cada individuo se compromete consigo mismo y con la comunidad de su entorno a desarrollar sus posibilidades para garantizar que todos tengan la oportunidad de exponer sus ideas en debate abierto y respetuoso; debate que cobra interés en el marco de los Estados contemporáneos que buscan respuestas civilizadas a las acciones de grupos reaccionarios o terroristas. Una búsqueda que recuerda la Carta del Atlántico, firmada por Roosevelt y Churchill: “la declaración sobre las Cuatro Libertades” donde manifestaron los objetivos reales a combatir: Libertad de expresión, Libertad de culto, Libertad frente al miedo, Libertad frente a la necesidad[1]. Se rescata de esta idea que asume las preguntas fundantes de la discusión sobre la libertad ¿libertad para hacer qué? Y ¿libertad frente a qué?
Las preguntas anteriores, en el marco de la política, el derecho y el orden, nos enfrentan a la necesidad de aclarar la diferencia entre libertad y libertinaje, la primera nos compromete en este texto y no pretende ser saldada definitivamente aquí, no podría ser así; la segunda, en cambio, el libertinaje, se presenta como una acción que posee un valor moral, cuando los actos comprometen el dilema entre lo bueno y lo malo, cuando los deseos de la persona van en contra de la acción moral. Queda, entonces la necesidad de pensar la idea de libertad unida a la de necesidad, idea sobre la que Schelling, Schopenhauer, Hegel y Marx, no obstante las diferencias de sus sistemas elaboraron concurrentemente propuestas, cuya influencia, todavía hoy nos mueven a reflexión.
Ser libre, entonces, plantea una paradoja, en tanto que sólo se puede serlo en la medida que podamos elegir, y el objeto de elección siempre es limitado, por tanto la libertad que se alcanza está mediada por las posibilidades cognitivas del ser, evento que nos acerca al objeto que nos convoca hoy: “Ciencia y Libertad”. La Universidad de Medellín, a través de ésta cátedra ha pretendido rescatar y reivindicar la necesidad de acercarse al conocimiento de manera desprevenida –en libertad-, para construir propuestas nuevas e interpretaciones innovadoras mediante el uso irrestricto de los instrumentos propios de la academia, esto es: con libertad.
Surge, así la necesidad de plantearnos interrogantes que nos permitan develar lo que compromete el lema universitario. Tradicionalmente y en contravía de lo que la historia nos muestra, la universidad ha sido creadora y guardián del conocimiento –vehículo de libertad-; digo que en contravía pues no es secreto que la institución universitaria no escapa al control de tendencias ideológicas y de fe, que pretenden limitar su acción, su objetivo; aunque el último medio siglo presenta una forma organizativa que posibilita liberar de dogmatismos tanto a quienes enseñan como a quienes se inscriben como estudiantes en la búsqueda de soluciones más plurales a los problemas comunes de quienes son, sienten y piensan en propuestas alternativas, que algunas veces han resultado eficaces, a pesar de ir en contra de lo propuesto con autoridad.
Un columnista proponía hace poco –quizás pensando en el problema que nos interesa hoy-, que era necesario asumir con cuidado la máxima popular de que al hombre no hay que darle el pez, sino enseñarle a pescar. La sociedad de hoy, el modelo de desarrollo en el que nos movemos y la estructura académica vigente, nos convocan no sólo a enseñar a pescar, sino que exigen que hay que enseñar a diseñar la caña y, sobre todo, a inventar otras actividades en el caso de que se acabe el pescado o se seque el lago. En esta reflexión se evidencia la nueva tarea de la universidad: desde la implementación y defensa de la libertad permitir el desarrollo de posibilidades acordes con las exigencias sociales de hoy.
Llama la atención que la propuesta de la Universidad de Medellín sea Libertad y Ciencia; el conectivo “Y” se hace determinante; no es O, que excluye; o “Con”, que vincula condicionalmente; o “Para la”, que objetiva a la segunda en virtud de la primera, no es “desde”, que limita. Se trata de dos conceptos, dos condiciones que se hacen necesarios -cada vez más-, en un mundo globalizado que aboga por la autodeterminación y el respeto por la pluralidad, la productividad sin fronteras, y que funda su esperanza en instancias académicas productoras de conocimiento, ciencia, tecnología y reflexiones que permitan desde una postura ética, clara y humana buscar horizontes de convivencia que privilegien al hombre.
[1] Las dos primeras se refieren a clases de acción que deberían ser libres, sin restricción. Las otras dos, especifican restricciones que han de ser eliminadas o evitadas. Libertad frente al miedo afirma que este no debe impedir a las personas hacer aquello que elijan hacer, sea el miedo un gobierno con policía secreta, sea el miedo a la guerra y a la inseguridad. La libertad frente a la necesidad afirma que la necesidad, las estrecheces o la pobreza, -al desempleo, lo bajos salarios o la incapacidad laboral por vejez o enfermedad- no ha de impedir a las personas hacer aquello que elegirían hacer si pudieran.